Cuando
les digo a mis amigos que estudio Química, mueven la cabeza de un lado a otro,
agitan sus manos con excitación y silban: «¡Vaya...! ¡Qué difícil...!» Esta
reacción universal ante la palabra Química es como un muro que se alza entre lo
que hacen los Químicos y lo que la mayor parte de la gente cree que hacen los
quimicos. Y, por lo general, hay una enorme diferencia entre ambas cosas.
En parte, los propios Químicos son culpables de esa triste
situación. Sus conversaciones profesionales suenan como griego adelantado para
todos aquellos que no sean griegos o químicos. Cuando no hablan con sus
colegas, los químicos hablan su idioma natal. Pero si se les pregunta en qué
trabajan sus palabras vuelven a sonar como un idioma el cual sea complejo para
algunos...
Desgraciadamente, cuando la mayor parte de la gente piensa en la
«química», se imagina grandes pizarras cubiertas con los signos indescifrables
de un lenguaje o matemáticas desconocidas. La verdad, sin embargo, es que la química
no es un lenguaje desconocido o unas matemáticas indescifrables.
En
esencia la química es simple: la pregunta, asombrada, de cómo son las cosas y
el divino (algunos lo llaman inevitable) interés en saber por qué son como
son...
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